El Universitario
¿Cómo será la «U» de la post-pandemia?

¿Cómo será la «U» de la post-pandemia?

El coronavirus cambió las reglas, y la educación tiene ahora otras prioridades; el autor propone las alternativas para el futuro.

Ramiro Abdón Mamani Laime
Académico

Para entender los alcances que los cambios del nuevo contexto histórico exigen sobre la educación superior, es necesario comprender el concepto de “disrupción tecnológica”. Este término, acuñado conceptual y académicamente por Clayton M. Christensen, profesor de Harvard Business School, en  1997; pretende explicar cómo pequeñas compañías que producían bienes inferiores podían, en un tiempo corto, desbancar a los lideres de la industria y cambiar las reglas del mercado.

En efecto, la tecnología emergente, cambia las formas de producir los bienes y servicios, de manera tal que es posible, en términos de Chiristensen, cambiar la mecánica de la industria, produciendo mayor cantidad y posibilitando llegar a aquellos consumidores que antes simplemente no podían comprar el bien o servicio. Por supuesto que el concepto es más complejo, pero ayuda a entender que las compañías que no rehacen sus mecánicas de producción, apalancadas por las tecnologías que hacen más simples y accesibles sus productos, simplemente desaparecerán, ya que serán desplazadas por las que sí lo hacen.

En la industria de la educación superior universitaria, la forma tradicional de operar en el rubro, suponía la presencialidad basada en la confianza plena al docente, quién como formador, introducía en el estudiante, nuevos comportamientos y actitudes profesionales. No obstante, por efecto de la pandemia, la disrupción tecnológica, o digital, ha llegado inevitablemente, a las universidades.

Sin embargo, no se debe olvidar un contexto previo. Antes de la pandemia, la demanda de educación superior ya estaba incrementándose considerablemente como efecto de las políticas de Estado para disminuir la brecha de acceso a la educación regular, la democratización de la educación superior y, por supuesto, una creciente explosión demográfica mundial y nacional.

Por otra parte, a estos efectos se debe añadir la inevitable debacle de la economía mundial post pandemia, en la cual la masa juvenil tendrá menos tiempo para formarse, pues debe incorporarse rápidamente a una actividad económica para subsistir.

En este contexto, las universidades no pueden seguir pensando en un modelo presencial tipo cátedra tradicional, exclusivo y limitado a los conocimientos de los docentes de turno.

Aquí es donde ingresa el concepto que mencionamos al inicio. La “disrupción” marca un concepto de “ruptura”. Las reglas cambiaron, los demandantes tienen ahora otras prioridades, por lo tanto, se deben producir otras lógicas de formación. Veamos como ejemplos importantes los que ya iniciaron universidades de prestigio mundial y regional (como Columbia, Mit, Incae, para citar a algunas), con plataformas de cursos ejecutivos en línea que hacen accesibles a un mercado más amplio, la marca de dichas universidades, su calidad (en cuanto al acceso a información), experiencias y casos de primer mundo.

Dado este breve esbozo de contexto en la industria, es natural la pregunta: ¿cómo reaccionamos ante la disrupción en la educación superior? Se debe pensar inmediatamente en la concepción de una nueva mecánica de formación profesional, lo cual se manifiesta en la generación de un nuevo modelo de educación superior, con nuevos parámetros académicos e inclusive organizacionales.

1. Modelo de educación superior.  Tradicionalmente los modelos de educación estaban simplemente centrados en la psicología del aprendizaje, del desarrollo humano y de la pedagogía (cuando no, didáctica). Generalmente, los objetivos de un modelo educativo se basaban en lo que el estudiante debería llegar a ser, (conocimientos, habilidades, actitudes). Estos enfoques eran importantes porque se asumía que el acto educativo se producía en la intimidad individual del profesor (que transmite) y el alumno (que recibe y construye). Hoy, la explosión del acceso a grandes cantidades de  información, mediante  internet, y las diversas plataformas de acceso (TIC), hacen que el estudiante no tenga una única fuente de conocimiento (el profesor) sino que existan diversas fuentes, en diversos momentos y continuos (como dijo George Siemmens en 2004, acuñando el concepto de conectivismo). Entonces se debe considerar:

– Lo más relevante ya no es llevar conocimiento al estudiante, sino los medios y la forma de dosificación de grandes cantidades de información autoseleccionadas por éste, actualizadas y mediadas por la universidad.

– Asumir que el modelo de educación ya no descansa en un acto social individual del profesor y el estudiante, sino que es un hecho multifactual donde participan las comunidades de aprendizaje y  las plataformas de diversas índoles (sincrónicas, asincrónicas, audio, videos, imágenes, TV, radio, redes sociales).

– Todo modelo de educación debe ser inclusivo y generar educación en los diferentes sectores y escalas sociales, ya que el conocimiento cada vez es más accesible, pero menos digerible por los usuarios, dada la cantidad del mismo.

–  Las actitudes y valores son la brújula para navegar en el mar de conocimientos. Lo que antes era una mención en los modelos educativos, ahora debe ser la orientación central. Por ello, retorna imperantemente la necesidad del arte, la ética, la moral, los valores, todo aquello que hace al ser humano diferente de la máquina y por lo cual sabrá emplear con criterio todo el conocimiento aprendido y desarrollado.

2. Nuevos parámetros académicos,  entendidos como “la mecánica” de producción del fenómeno educativo, en los que se debe considerar:

– El faculty (claustro docente) de la universidad debe evolucionar al campo del arte. Si antes los docentes brindaban la clase magistral, ahora se debe llevar esa genialidad a los recursos digitales, para lo cual deben conocer de producción de guiones, libretos, guías, aspectos de puesta en escena que no formaban parte de las competencias docentes, y que ahora son vitales, pues todo queda registrado en la nube.

-La organización de carreras con programas debe evolucionar hacia cursos de conocimientos específicos que pueden interactuar entre sí,  para formar planes de estudios versátiles y diversificados, de acuerdo a las necesidades de profesiones emergentes.

– Producto de lo anterior, los protocolos de diseños curriculares de carreras o programas, deben cambiar. Si antes se realizaba un diseño curricular, basado en un perfil profesional; ahora hay que preguntarse cuáles son las profesiones emergentes y cuanto tiempo se toma para desarrollar esas competencias en un sujeto.

– La certificación de carga horaria presencial, que siempre fue la unidad de medida de las titulaciones, ahora debe cambiar. Con la virtualidad, la unidad de medida para certificar titulaciones debe ser la acreditación de competencias logradas por complejidad, profundidad y dominio de una disciplina en los cursos realizados por un estudiante respecto de una comunidad de aprendizaje. Por ello, la evaluación, que actualmente es sólo individual, debe ser una valoración cualitativa de desempeños individuales en entornos grupales y comunidades de aprendizaje.

– Tanto los docentes como los estudiantes, pueden y deben establecer comunidades de aprendizaje social constante, compartiendo conocimiento ya seleccionado críticamente o generado por dichas comunidades; intercambiando experiencias en tiempo real e incluyendo participantes de varias universidades: algo que denominamos la “transuniversidad” (que trasciende en tiempo y espacio a los límites de un solo espacio universitario).

Consideramos que varios de estos escenarios de visión estratégica, ya se encuentran materializándose. Seguramente si el lector es un ejecutivo de una institución de educación superior, sentirá que varias de las cosas que mencionamos son decisiones que debe empezar a considerar y tomar. Por ello, en este artículo compartimos una parte de la experiencia que desarrollamos en educación superior, para estar a la vanguardia de esta industria. Próximamente comentaremos sobre los parámetros organizacionales y la financiación de esta nueva forma de hacer educación superior.

Fuente: Página SIETE

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