Se ganan la vida ejerciendo el trabajo sexual en Brasil y contando sus experiencias en las redes sociales, compartiendo desde consejos picantes hasta enseñanzas sobre educación financiera y, sobre todo, feminismo. Con miles (a veces millones) de seguidores, algunas prostitutas que se han convertido en influencers tratan de eliminar los numerosos estigmas de la prostitución. “Los hombres no quieren que hablemos abiertamente de la prostitución, porque estamos hablando de su vida paralela, de algo que hacen a escondidas”, dice Patrícia Rosa, una de estas mujeres, que lleva siete años ejerciendo el trabajo sexual y cuenta parte de su rutina en Instagram. Son actividades como la suya las que hacen posible la ilusión de la monogamia, bromea.
Bajo la interpretación del personaje Chica de Compañía Mentirosa, cuenta sus experiencias como sugar baby (acompañante sostenida por un hombre, normalmente mayor y más rico), lo que ella llama “prostitución tradicional”, pero plantea debates sobre la violencia contra las mujeres, la independencia económica femenina y los derechos que deberían tener las trabajadoras del sexo. Todo ello con un lenguaje simple y directo. “A veces la gente utiliza palabras muy rebuscadas para decir cosas sencillas. Nos convertimos en feministas en el momento en que cuestionamos la naturalización de la misoginia, no creo que necesitemos tener contacto con la filosofía feminista para ello”, aclara Patrícia Rosa, que participa en el Coletivo Puta da Vida.
Fotógrafa, artista y productora cultural, Patrícia comenzó a trabajar con el sexo por la dificultad de mantenerse económicamente. “Para ser una artista con cierta comodidad en Brasil hay que tener dinero”, dice. Se planteó entrar en la prostitución después de darse cuenta de que tenía valor para salir con desconocidos de la aplicación de citas Tinder. “Estas aplicaciones trajeron la popularización del sexo casual y, para mí, tienen la misma dinámica que el trabajo sexual, solo que de una forma menos protegida y no remunerada”.
Esta es una de las cosas que enseña a sus seguidores: el afecto, el cuidado y el placer que una mujer proporciona a un hombre es siempre un trabajo no remunerado. “Todo el mundo trabaja con su cuerpo. Una empleada de servicio doméstico, por ejemplo, trabaja con su cuerpo y gana mucho menos que una puta. Gracias a la prostitución empecé a entender todo el trabajo no remunerado que hacen las mujeres, como cuando se follan a sus novios y maridos gratis y sin disfrutarlo”.
Patrícia dice que la mayoría de las mujeres ven la prostitución en un lugar oscuro porque se les enseña que “ser una puta es lo peor” que puede ser una mujer. “Pero cuando se llega al subempleo, creo que la prostitución es una opción. Y, especialmente para las mujeres pobres, el trabajo sexual es una posibilidad de ascenso social”, afirma.
Ese fue el caso de Mara Vale. Tras ver recortadas las dos becas que pagaban su carrera de filología inglesa, decidió abandonar el Estado de Bahía para ir a São Paulo y convertirse en prostituta. Antes, incluso vendía helados para mantenerse, pero solo ganaba 300 o 400 reales al mes (unos 75 dólares). “Si pagaba el alquiler, no comía”, recuerda. Al principio, trató de ser una sugar baby, pero gracias a la orientación de una amiga, decidió hacer su primer programa en Twitter. “Veía series y documentales sobre la prostitución, buscaba cosas para leer, pero había poco contenido al respecto”, dice c, que ahora gana entre 3.000 y 5.000 reales al mes (entre 550 y 900 dólares).
Cuando se dio cuenta de lo difícil que era encontrar material sobre la prostitución, creó un canal en YouTube, que alcanzó 15 millones de visitas y 183.000 suscriptores, para enseñar a otras mujeres cómo iniciarse en el mundo del trabajo sexual. Allí y en Instagram relata las experiencias más destacadas con sus clientes, da consejos sobre sexo oral y organización financiera, enseña a hacer programas por anuncio y advierte a las mujeres sobre las estafas más comunes de los clientes.
#ElPaís España // Joana Olivera SÃO PAULO