Sin embargo, para algunos profesionales hay una población de riesgo dentro de esta tercera ola, y ésos son los centennials, los nacidos a partir de 1996. Una generación que está en proceso de desarrollo y aprendizaje en mitad de una pandemia que ha trastocado todos los aspectos de la vida cotidiana.
Así lo expone Qustodio, una plataforma de seguridad digital que ha centrado su estudio “Centennials: el antes y el después de una generación marcada por la Covid-19” en este colectivo.
Este informe incluye el análisis sobre la realidad de los niños durante la pandemia. Lo que ha cambiado, lo que permanece igual y lo que “nunca” volverá a ser lo mismo.
“Es una radiografía de cómo ha cambiado la vida de los menores en el transcurso de la pandemia. Viejos hábitos se abandonan y nuevos se incorporan”, detalla Eduardo Cruz, uno de los fundadores de Qustodio.
El cuento de dormir, sin pantallas
A través de una encuesta realizada en octubre a mil padres y madres de niños y niñas de entre 7 y 15 años en España, los expertos llegaron a conclusiones “preocupantes”.
“Los niños que son sujetos del estudio han vivido plenamente una situación que podemos clasificar de anómala. Les ha afectado de lleno y en una fase de crecimiento muy crítica”, explica Cruz.
En lo que se refiere al ámbito personal, las familias encuestadas opinan que las relaciones sociales, la educación y la actividad física han sido las áreas más afectadas.
A raíz de los cambios ocasionados por la pandemia, los autores indican que tres de cada 10 menores han sufrido falta de concentración y mal humor o agresividad en este tiempo.
“Los menores van a hacer una peor gestión de sus emociones, con más mal humor en sus vidas y agresividad”, detalla María Guerrero, psicóloga de familia.
Problemas de sueño, depresión, pérdida o aumento de peso y menor autoestima son otros de los cambios físicos y psicológicos que se han producido durante la pandemia, según el estudio.
“Hay un número mayor de niños con trastorno del sueño y esto se traduce en un cansancio crónico o insomnio. De igual modo, van a haber más inseguridades que darán lugar a un aumento de depresión, ansiedad y agorafobia”, explica Guerrero.
Para Guerrero, la hora del sueño es “sagrada”. Por consiguiente, reclama a los padres que las pantallas deben estar fuera de las habitaciones de los niños y deben evitarse una hora antes de irse a dormir. Un compartimento más común en adolescentes, quienes “se llevan los dispositivos a la cama y
se quedan horas chateando”.
Una regla que detalla, tanto para los menores como para los padres: “por favor, el cuento para dormir que no sea a través de pantallas, aunque estemos muy cansados. Tiene que ser leído o inventado”.
No normalizar conductas
Los profesionales de la salud mental confiesan estar preparándose para una tercera ola psicológica, en la que los niños crezcan en un entorno con una menor socialización, siendo las pantallas el protagonista de sus vidas.
En comparación con la infancia de otras generaciones, la psicóloga asegura que los niños de ahora prefieren cambiar las actividades de ocio del “mundo real” por una pantalla.
“Recuerdo cuando era adolescente y mentía a mis padres para poder salir e ir a alguna fiesta. Ahora, los adolescentes están mintiendo a sus padres para quedarse en casa con sus pantallas”, rememora Guerrero.
Un aumento de este consumo que puede llevar a una adicción digital, viene de la mano de otros problemas como patrones de apego inseguro, baja autoestima, ansiedad, depresión y demás.
De esta manera, pueden darse comportamientos peligrosos como el aislamiento. Una conducta que muchos normalizan. “Ese aislamiento y desconexión es bastante peligroso. Puede conllevar problemas como la ansiedad, depresión, baja autoestima y tendencias auto lesivas”, informa Guerrero.
Ante una situación como esta, la psicóloga de familia recomienda no bajar la guardia y acudir a un profesional.
“Cuando vemos un cambio en sus rutinas, en sus notas o que su humor cambia muy fácilmente, contestando o portándose mal, debemos dar la voz de alarma”.
Aprendizaje por modelaje
Frente a la pérdida del “estímulo positivo” de socialización como consecuencia de la digitalización de la enseñanza, dice Guerrero, también se va a perder el concepto de equipo y de compañerismo. De esta manera, los jóvenes van a ser “más individualistas”.
Para Guerrero, el método más eficaz para que los menores adopten una conducta saludable frente a la era digital es el de predicar con el ejemplo.
Por esta razón, hacen un llamamiento a los padres de estos niños para que se den cuenta de que los menores no tienen el mismo nivel de conciencia que podría tener un adulto frente a los peligros que supone el poder adictivo de Internet.
“Enseñar a convivir con las pantallas forma parte de la paternidad responsable. No podemos delegar esto en colegios, escuelas o en la sociedad, determina la psicóloga de familia.
María Guerrero insta a los adultos a demostrar a sus hijos que, a pesar de haberse visto también afectados por esta situación, saben gestionar sus emociones y su tiempo.
Fuente: Los Tiempos