El Universitario
“Me violaron, pero sigo aquí”

“Me violaron, pero sigo aquí”

El relato de una joven que fue violada por sus dos amigos.

Era jueves y yo estaba feliz. Dos amigos, tan queridos y desde hace tanto venían a almorzar. Risas, juegos y faltaba el tiempo para conversar sobre tantas cosas. Unas copas de vino, jugar en el tubo de mi sala, risas, bromas, fotos y videos, confidencias del corazón, un reencuentro esperado y un espacio de cariño que prometía mucho.

¿Después? Dos escenas quedaron en mi retina: una con los dos abusándome, otra donde solo uno me abofeteaba mientras me violaba. No recuerdo nada más, mi mente es un pantalla apagada y solo mi cuerpo registra el horror de esa tarde.

Reaccioné por la noche y recuerdo una vaga conversación con el que se quedó, recuerdo que me decía que comprara la píldora del día después porque había terminado dentro. Estaba mareada, adolorida y confundida, dormí hasta el medio día siguiente y cuando por fin pude levantarme descubrí con terror todas las marcas, los moretones, las heridas.

Todo el dolor que invadía y no me ha abandonado desde entonces.
Me tomó un buen rato entender lo que había pasado, me costó un mundo creer lo que ellos hicieron, me dolió el corazón tanto como el cuerpo y pude llorar por fin.

Me rompieron, me partieron la vida en dos. Violaron mi hogar, mi confianza y me violaron a mí. Las heridas del cuerpo curaron, pero las del alma me perforan de dolor cada día. No puedo dormir, no puedo sonreír, ni siquiera hacer fila en el banco sin llorar.

No siento a mi cuerpo ni nada más que una tensión que me quita el aliento. Y no es justo, no es justo que no pueda mirarme al espejo sin sentir asco. No es justo que no pueda practicar el deporte que amo porque lo asocio con ese día.

No es justo que rechace los abrazos de mi sobrino porque sus rasgos infantiles me recuerdan a uno de ellos. No es justo que la última imagen que tenga del camberito, de aquel hombre que tuve en un pedestal por quince años y que siempre me adoré sea la de él encima mío abofeteándome mientras me abusa. No es justo que me quiera morir cada día ni que tenga miedo de salir a la esquina.

No es justo el dolor, la impotencia y el pánico en los ojos de mis hermanas y mis amig@s. No es justo que yo cargue esto que me hicieron y ellos sigan tan tranquilos. No es justo que esto le pueda pasar a otra mujer por confiar en dos hombres que parecen inofensivos y no lo son: Alejandro A., Alejandro C.

Lo cuento porque por suerte, todavía puedo.

Vía: Go Communication Bolivia

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