El Universitario
Morales afirma en su libro que militares le dijeron que “no tenían balas” para actuar contra el motín policial.

Morales afirma en su libro que militares le dijeron que “no tenían balas” para actuar contra el motín policial.

En las memorias que acaba de publicar en Argentina, Evo Morales cuenta que el 7 de noviembre de 2019 les preguntó a representantes de las Fuerzas Armadas qué podía hacerse ante el amotinamiento de la Policía que acababa de producirse y tres días después determinaría su caída del poder, y que el comandante en jefe, General Williams Kalimán, le respondió: “No hay muchas balas”.

Morales afirma que esta respuesta lo disuadió de declarar el estado de sitio, por dos razones: “Porque solo estaban pensando en matar. Y segundo, porque cuando tuvieran que actuar, dirían: ‘¡No tengo balas!’”.

Morales también recuerda que en los días previos al 10 de noviembre, el día de su renuncia, y en las horas previas a ésta, hubo varios indicios de que estaba perdiendo su mando sobre las fuerzas militares, o, como él dice, que el “proceso del golpe de Estado estaba en marcha”. El 9 de noviembre, con la Casa Grande del Pueblo y el Palacio Quemado ya inaccesibles para él por las movilizaciones civiles, viajó al Chapare. “Comunicó personal del Aeropuerto de Chimoré que, sospechosamente, lo que nunca, la policía ha ido, por primera vez, a amedrentar a los funcionarios y a tomar el aeropuerto”.

Morales pensó que podía garantizar su seguridad con el respaldo de las Fuerzas Armadas, pero no lo dejaron aterrizar en el sector militar del aeropuerto. “Llegamos a Chimoré. El avión había bajado, pero bajamos en la terminal civil, la terminal comercial. Un oficial de la avanzada me llama. Yo voy… Y me comenta, un poco nervioso. Me dice: —Presidente…Me muestra su celular. Mensajes.

¿Que decían los mensajes? Así decían: —Entrégame al Evo. Varias notitas había, había voces que preguntaban, que insinuaban… Y añadía que tenían 50 palos grandes… 50.000 dólares ofrecieron al oficial de seguridad para que entregaran al Evo en un descuido”.

Evo Morales estaría planificando la estrategia de su partido para las próximas elecciones desde Argentina

El 10 de noviembre, de vuelta en La Paz, se enteró de que los aviones K­8 chinos de las Fuerzas Aérea se estaban usando para disuadir que campesinos simpatizantes del MAS bloquearan a mineros cooperativistas de Potosí que se desplazaban hacia La Paz para engrosar las protestas que pedían su renuncia. “Yo dije: —Hagan lo que quieran, pero si actúan así, esto ya es un golpe… Llamo al Comandante. Me dice:—No, no es golpe, es importante evitar un enfrentamiento y hechos de sangre. (Pero) no solo tienen que avisarme, tienen que pedirme permiso. Yo soy por la Constitución Política del Estado el Capitán General de las Fuerzas Armadas. Y sin mi permiso, de todo el aparato logístico no pueden mover nada, para nada”, señala en el libro, que lleva el título Volveremos y seremos millones (Editorial Planeta).

Otro detalle novedoso es su afirmación de que él no sabía que podía declararse un motín policial porque la inteligencia de su gobierno la hacía la propia Policía. También menciona su sospecha de que los comandantes de las Fuerzas Armadas recibieron dinero para actuar como lo hicieron. En cambio, contradice la versión sobre el pedido de renuncia que le hizo el dirigente de la Central Obrera Bolivia, Juan Carlos Huarachi.

Según Morales, esta solicitud no fue formal ni “orgánica”, sino que se dio en la respuesta de Huarachi a un periodista. Añade que mientras algunos dirigentes sindicales actuaban así, Luis Barbery, presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, llamó a la presidenta del Senado Adriana Salvatierra. “Y le había dicho: Tienen nuestro apoyo”.

El libro no explica por qué Morales ordenó a Salvatierra que renunciara a su cargo y no asumiera el poder en sustitución suya ni tampoco habla de las acusaciones actuales, por estupro, en su contra, seguramente porque el libro estaba finalizado cuando éstas surgieron. En cambio, asegura que las denuncias anteriores por fraude, sedición, terrorismo y narcotráfico fueron inventadas por las autoridades del gobierno interino de Jeanine Áñez; en el caso de las de fraude, dice que Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos, fue parte de un complot para producir el “golpe de Estado”. “Escarmiento, piden. Del descuartizamiento físico de Túpac Katari al descuartizamiento de Evo Morales”.

En síntesis, según la versión de este libro, Morales cayó por un golpe de Estado realizado por la Policía, que en Bolivia no funciona como una institución sino como un grupo corporativo en busca de recursos públicos, y por los comandantes militares que recibieron millones de dólares de la élite opositora, “fascista y racista”, para echarlo del poder. Solo hay un párrafo de autocrítica en el libro: “Y por supuesto, ha habido algunos errores. Normal. Me equivoco. Nos equivocamos. Porque somos seres humanos. Lo más importante es cómo corregir, que los errores no sean intencionales, que los errores nunca sean el fruto podrido de ambiciones personales egoístas”.

El libro también establece la línea de defensa del expresidente en contra de cualquier crítica a su liderazgo sobre el MAS. “El golpismo puede consolidarse o el neoliberalismo puede volver por la división, por la traición o por la ambición de algún dirigente. Si no hay división, si no hay traición y si no hay ambición personal de algunos, no”. Y señala lo que hará con la Policía el Movimiento al Socialismo en caso de llegar al poder: “Con la participación de ellos, hay que refundar la Policía Nacional… hay que dotarla de una nueva doctrina: nacionalista, disciplinaria, policía del pueblo, para el pueblo. Hay que recuperar la imagen de la Policía, que es más que un gremio que lucha por salarios”.

Vía: Correo del Sur.

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