Ser mamás y apasionadas por el fútbol ha llevado a algunas mujeres a unir su estilo de vida entre las varias labores que significa el cuidar a un hijo o una hija, trabajar para sostener el hogar y entrenar para dedicarse a lo que más les gusta, el deporte rey en el mundo.
Y aunque pareciera que el deporte profesional y los hijos no son compatibles, las mujeres han demostrado lo contrario durante los últimos años y han sabido equiparar su rol de madre con el ejercicio de su profesión.
En Bolivia, el fútbol femenino ha crecido a pasos agigantados durante los últimos años, aunque ello no signifique que las condiciones sean iguales a la de los varones, pues si bien las chicas practican el deporte y realizan campeonatos locales, nacionales y hasta se unen para conformar el combinado nacional y representar a nuestro país, todavía no reciben un sueldo, implementos de entrenamiento o reconocimiento federativo, e incluso esa adversidad, no es un óbice para que ellas sigan luchando en la cancha.
CAROLINA FARFÁN
Carolina es actual jugadora del club deportivo ITA de Santa Cruz, madre de Andrés, un niño al que tuvo a los 19 años, momento en el cual ella entrenaba y jugaba, pero tuvo que dejar de hacerlo por un tiempo, debido a la gestación y cuidado del bebé.
“Tuve que dejar de jugar un año y medio porque mi hijo nació por una cesárea, pero retorné a la cancha, porque cuando se trata de la pasión de una persona, no existe complicaciones fue una etapa dura, pero cuando una quiere puede salir adelante y acomodarse a las circunstancias”, cuenta Carolina.
Cuenta que una mamá futbolista pasa momentos muy duros, como por ejemplo un viaje donde tuvo que representar a Bolivia en la Copa Libertadores Femenina, estando casi dos meses separada de su niño, pensando y preocupándose por si él se enfermaba o tenía alguna necesidad.
“Tenemos que dejar de estudiar o dejar de trabajar para ir a entrenar sin recibir un salario, porque cuando viene un nacional tenemos que dejar de trabajar, tenemos hijos en casa que esperan un alimento cada día, se debe ir a recogerlo a la escuela, dejarlo, llevarlo a entrenar futsal, entonces es complicado”, asegura.
Para Farfán, el apoyo moral de su familia ha sido importante, pues su mamá se queda con Andrés, su nieto, y lo cuida, lo lleva al colegio y al entrenamiento, cuando Carolina debe jugar un campeonato fuera de la ciudad de Santa Cruz.
“Me salió una oportunidad de salir jugar en diciembre a España, pero soy mamá soltera y talvez tenga que rechazar la oferta porque mi hijo es y apegado a mí y yo no quiero dejarlo”, cuenta y menciona que este año perdió a un bebé de dos meses de gestación por causas naturales, y que fue un momento muy duro para su vida.
“Fue una etapa muy dura, algo que yo deseaba, pero por cosas de la vida, por cosas naturales tuve un desprendimiento de placenta y fue duro en la etapa futbolística porque tuve que retirarme del fútbol, por cinco meses y me afectó bastante, pero gracias a mis compañeras del club pude volver y ya estoy de retorno hace dos meses”, indicó.
Carolina se realizó un tatuaje para rememorar al niño que llevó en el vientre, y para seguir con fortaleza en la vida. “Cuando Dios te da una razón para vivir, nunca tienes una razón para rendirte, soy mamá de un precioso ángel que tuve en mi vientre y brilla siempre en mi corazón”, dice en inglés.
“Quiero ser un día como ella, un futbolista profesional, quiero jugar como ella, soy feliz y orgulloso de que mi mamá juegue y sea mi apoyo cuando yo juego (…), la amo, estoy orgulloso de ser su hijo, la quiero muchísimo en todo mi corazón”, dice con una sonrisa en su rostro, Andrés, hijo de Carolina.
NEIDE SALVATIERRA
Una historia diferente es la de Neide, quien tuvo a su hija a los 17 años mientras cursaba el último grado del colegio y todavía no jugaba al fútbol, pero fue por los entrenamientos de su hermana menor, que ella llegó a entrenar por primera vez.
“A mi hermana menor le gustaba ir a entrenar, era arquera y yo la acompañaba, me sentaba y me aburría, y un día de esos, justo faltaba una chica para jugar y el entrenador me dijo que haga algo de deporte, me llamó la atención y comencé a practicar más y más”, cuenta.
Su bebé ya tenía dos años y Neide comenzó a jugar fútbol, entrenar y a no descuidar sus estudios, todo un complemento que debía ordenar, y fue hasta los 21 años que pudo participar de un campeonato.
“Desde esa vez, hasta ahora, todos los días salgo a trabajar, voy a los entrenamientos en la tarde y vuelvo a casa a buscar a mi hija con la que me comunico constantemente por teléfono (…), recuerdo que ante tenía que botar las chuteras (calzados de fútbol) por la barda porque mi padre no me dejaba salir, pero fui ganando su confianza, demostrando que puedo cuidar de mi hija, entrenando y estudiando”.
La hija de Neide, Laura, ya tiene 20 años y es universitaria, fiel compañera de su mamá e hincha número uno, pues la acompaña a todos sus partidos y la apoya desde las graderías.
“Creo que era un estereotipo que antes las mujeres no podían jugar fútbol porque se hacían la burla, pero ellas demuestran que son mejores que los varones (…), estoy muy orgullosa de ella porque a pesar de que está trabajando todos los días, a pesar de que está cansada, saca fuerzas de donde sea para salir adelante, a pesar de todas sus ocupaciones, nunca me ha descuidado”, declara Laura.
Salvatierra tiene una rutina dura para luchar por sus sueños. Se levanta a las 04h00 de la mañana, entrena hasta las 07h15, para después alistarse para ir a trabajar durante todo el día, y al finalizar comparte con su familia o en muchos casos, debe ir a jugar.
“Cuando a vos te gusta no es duro, a mí me gusta el deporte, todos los días me levanto pensando que es lo que voy a hacer, me levanto con el mismo entusiasmo, me gusta la vida que llevo, quiero que mi hija sea profesional, no me doy por vencida y si caigo me levanto y voy para adelante, mis padres me han inculcado que nunca diga no puedo, siempre y cuando uno se lo proponga”, dice.
VANESA YEPES
Una cruceña que actualmente vive en España, cuenta que también le fue difícil ser mamá y futbolista; tuvo a su hija a los 20 años, y durante el tiempo de gestación quería seguir jugando y entrenando, pues esa es la pasión que tiene.
“Tenía muchas ganas de jugar al fútbol siempre iba a ver a las amigas, me daba muchas ganas de jugar, y tuve que esperar que termine la gestación estando un año fuera de las canchas, y el retornar fue complicado porque subí mucho de peso, complicado, pero no imposible”, relata.
Vanessa siempre tuvo el apoyo de sus padres y su familia para practicar el fútbol, pero también vio discriminación en contra de sus amigas, a quienes en ese entonces les decían que el “fútbol era solo para los varones y las mujeres no podían jugar”, pero eso no las hizo rendirse, sino continuar con más fuerza.
“A mí me tocaba llevar a mi hija muchas veces al entrenamiento y a los partidos, y siempre había alguien que cuidaba de mi niña, es un poco complicado, porque juegas intranquila, mirando de reojo para saber si tu bebé está bien”, añadió.
“Tanto como ellos las mujeres podemos jugar al futbol, podemos jugar muchas personas. Soy orgullosa de mi mamá porque es importante para mi que sea futbolista y un ejemplo a seguir, tanto hombres y mujeres podemos jugar”, expresa orgullosa la hija de Vanesa, Melmariana.
Lo más difícil que le tocó vivir a Vanesa, fue el saber que su hija se enfermaba y ella estaba lejos entrenando o jugando. En ese momento se sabe que se debe renunciar a muchas cosas y cuidar a los hijos, “porque ya tienes a alguien importante en tu vida”, dice Vanesa, que además desestimó el ir a jugar a Alemania por cumplir el rol de mamá.
“Cuando llevo a mi hija a jugar al futbol me entran unas ganas, vivo con ella cada momento, disfruto, sabiendo que mi hija le gusta lo mismo que me encanta, disfruto ese momento y es el apoyo que ahora nosotras debemos dar a nuestras hijas”, reflexiona.
LA FIFA Y LAS ACCIONES EN PRO DE LAS MADRES FUTBOLISTAS
La FIFA planteó un paquete de medidas laborales destinadas a proteger a las futbolistas que queden embarazadas, entre las que destaca garantizar 14 semanas de baja remunerada y facilitar la reincorporación a su puesto de trabajo tras el parto.
Las medidas de la FIFA, dispuestas también para el fútbol boliviano, se ven lejanas por parte de las protagonistas, que aseguran que no reciben ni un salario, muchas veces ellas son las que deben pagarse el viaje de representación en campeonatos locales o incluso realizar kermesse y rifas para conseguir recursos.
“Yo creo que en Bolivia estamos muy lejos de hacer eso, no tenemos ni un sueldo mínimo y por eso el fútbol femenino boliviano esta muy atrasado a nivel internacional, las mamás se sienten frenadas a jugar el futbol”, indica Carolina Farfán.
“Aquí en Bolivia estamos lejos de llegar a eso (…), espero que algún día el fútbol femenino sea un trabajo y las niñas puedan sustentarse, pero siempre, a pesar de que practiquen cualquier deporte, que sigan estudiando, con responsabilidad y empeño”, añade Salvatierra.
“Acá (en España) hay mucho apoyo al futbol femenino, la federación boliviana no da ese apoyo, tenemos buenísimas jugadoras, necesitamos que las exploten, que las apoyen”, culmina Yepes.
El fútbol femenino en Bolivia, sigue buscando las formas de surgir y dar más alegrías al país, pues a pesar de la falta de apoyo, las mujeres guerreras que forman parte de esta familia, siempre han sabido brindar todo lo necesario para surgir, y también lo siguen haciendo con aquellas que son y serán mamás, pero también futbolistas.
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