Leticia intentó trabajar en la pandemia sin tener que exponer su cuerpo. Quería poner un emprendimiento de productos orgánicos de cosmética, pero el parón que generó la covid se lo hizo muy difícil. Alias Tu Pequeña Juguetona, como se promociona en redes sociales, tiene 19 años y vive en República Dominicana. Ante la falta de empleo se abrió hace un mes una cuenta en Only Fans, una plataforma en la que los usuarios acceden a contenido, mayoritariamente erótico, pagando una suscripción. “Todos en mi país la utilizan”, cuenta. Como ella, miles de chicas en América Latina venden cada día fotos desnudas o vídeos caseros masturbándose. Hay quienes solo muestran sus pies o manos, para los consumidores fetichistas. La venta de contenido con fines sexuales ha abierto un debate entre las jóvenes que se preguntan si lo que hacen es prostitución o no.
Bajo el hashtag #OnlyFans se encadenan en Twitter e Instagram innumerables chicas ofreciendo publicaciones. Algunas lo hacen muy explícitamente con la promesa de encontrar más imágenes como esas una vez se haya pagado la suscripción, que suele costar unos cinco o seis dólares por mes. Otras son más sugerentes, y guardan su mejor contenido para aquellos que pagan. “Las juventudes están incursionando en plataformas sexuales como Only Fans en la pandemia. Es algo que surgió como oportunidad de subsistir en cuarentena, donde no pueden trabajar y lo único que tienen es internet, entonces dicen ‘listo, trabajamos en internet”, comenta Georgia Rothe, analista de la ONG regional Asuntos del Sur.
Rothe, una abogada venezolana de 25 años, cuenta que este tipo de plataformas se ha convertido en su país en el único trabajo que pueden conseguir muchas chicas. “Se ve mucho en Twitter, están en Only Fans y publican sus perfiles con suscripciones mensuales de cinco dólares, pero en Venezuela cinco dólares es bastante dinero. Y se preguntan ellas mismas si vender un nude o una foto de sus pies es prostitución o no”, dice.
A Leticia no le gusta pensarse como prostituta. “Yo quise poner un negocio sin tener que involucrar mi cuerpo, pero la gente nunca tenía dinero para comprar algo que necesita, como productos para el pelo o el cuerpo”. Muchos de sus conocidos estaban dentro de la plataforma y terminó cediendo a su entorno. “Yo me uní porque me lo pedían”, dice en referencia a comentarios que recibía en redes antes de pensar siquiera en vender una selfie.
Cuando hay un intercambio sexual a cambio de dinero, y es pactado, se trata de trabajo sexual, explica Livia Motterle, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM. “La persona que entra en estas plataformas busca satisfacer una fantasía y la foto complace esa fantasía. Es un trabajo sexual muy reducido, un fragmento de un mundo mucho más amplio”. Para algunas chicas es difícil admitirlo, dice, porque “la sociedad piensa que es algo malo, no está reconocido como un trabajo y ellas sufren el estigma público”.
La pandemia no ha dicho nada nuevo, agrega Motterle, solo ha venido a amplificar las desigualdades de género que ya existían. “La razón económica es el 90% de lo que impulsa a una mujer a entrar en el trabajo sexual y la crisis económica amplifica este fenómeno”. Only Fans nació en 2016. No fue hasta la llegada de la covid y el confinamiento que se hizo masivamente conocido. Decenas de famosos y profesionales de la fotografía también se abrieron cuentas. Principalmente se inundó de pornografía producida por mujeres y, en menor medida, hombres gais. El jefe de operaciones de la plataforma, Thomas Stokely, dijo en una entrevista en mayo con el sitio BuzzFeed que sumaban alrededor de 200.000 nuevos usuarios y 7.000 creadores de contenido cada 24 horas.
América Latina fue una de las primeras regiones en sumarse a este fenómeno, con tres países entre los que más lo utilizan en el mundo: México, Venezuela y República Dominicana. “Hay que ver cuáles son las realidades en cuestiones de género que viven estos tres países y qué mensaje mandan a las chicas que las empujan a hacer esto, que las obligan a elegir entre “me cuido del covid o me cuido del hambre”, dice la Laura Salgado, activista de Defensoras Digitales, unas de las organizaciones que impulsó la Ley Olimpia en México.
Entrada la pandemia, varios organismos económicos internacionales alertaron de que los jóvenes, principalmente las mujeres, de América Latina iban a ser uno de los grupos más perjudicados laboralmente por la crisis. Más allá de las cifras, no se sabía en qué decantaría ese pronóstico.
“Si se han quedado sin trabajo por la pandemia, hay que ver qué nos ha orillado a vender nuestras fotos en plataformas que siguen cosificándonos”, comenta la abogada mexicana Yunuel Castillo. Especializada en violencia digital, interpreta que este tipo de fenómenos tiene dos caras: “Una es el empoderamiento de las mujeres y la otra es la falta de oportunidades. Hay que analizar por qué lo hacen”. Castillo asegura además que es necesario capacitar a las chicas en seguridad digital para que puedan evitar riesgos, como la difusión de sus fotografías por fuera de esta web.
Más allá de ser una puerta al trabajo sexual para muchas chicas en la pandemia, páginas como Only Fans han representado una oportunidad laboral durante la crisis sanitaria para aquellas que se prostituían fuera de internet. “Hay que reconocer que este tipo de trabajo ha permitido a muchas mujeres sobrevivir estos meses”, dice Livia Motterle, que ha estudiado durante años el trabajo sexual en la red. “La mayoría de estas plataformas explota a las trabajadoras. Unos pocos se están enriqueciendo a costa de ellas”, afirma la académica. Cada una de las mujeres que vende su contenido pone el precio de su suscripción. De ese dinero solo recibe el 80%, mientras que la web se queda con el otro 20%.
Quizás por eso Leticia ha optado por empezar a comercializar sus fotos también por WhatsApp. Así vende sus imágenes directamente al cliente, y le envía el contenido una vez le ha depositado el dinero en su cuenta bancaria. “Only Fans nos da muy poco, por eso yo negocié por fuera”. Ese espacio tampoco le asegura que sus fotos no vayan a pasar de teléfono en teléfono sin ningún control, pero espera que sea solo hasta que pase la pandemia.
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