Cabe una reflexión profunda que vaya más allá de la arenga de “barras” que no escuchan, y responden con consignas a los cuestionamientos. Que se cierran en sí mismas en lugar de abrirse. Solo los pueblos que escuchan, debaten, y se acercan e incluyen a sus distintos – porque la sociedad no es una masa homogénea- pueden lograr alcanzar causas comunes.
¿Qué posibilitó los 21 días? La unidad de todos; jóvenes, mujeres, adultos mayores; sin importar color de piel u origen. Todos bailamos al son de una saya de una chiquita que representaba simbólicamente una causa. Todos respetamos al otro, y comimos de la misma olla. Camacho abrazó al occidente, y tumbó el relato instaurado en 14 años; el relato del racismo.
Ahora, en esta campaña destruyó el relato de la unidad (victoriosa en el movimiento pititas) imponiendo una narrativa camba/ colla. Agresiva. No inclusiva. Intimidadora. Los que no se sienten en ninguna de esas orillas fueron ninguneados, y aplastados por el discurso oficial que divido familias y hermanos. La estrategia de sus asesores era dividir. Y ¿a quién convenía la división?
Esto no es un partido de fútbol y nosotros no somos “barras bravas” de nadie. La oposición se construye con tiempo (los tiempos son vitales para no quemar ideas y líderes) antes de tiempo.
Pasos inteligentes, estratégicos, y una “causa” antes que un slogan; la efervescencia pasa, la causa permanece.
Se perdió la apertura de mente, la inclusión del distinto. El arte de escuchar convierte a los líderes en grandes líderes.
No somos una “barra brava” que repite consignas. Porque las barras son eficaces en el partido, pero tras el pitido final se van a sus casas, y se diluyen. Debemos repensar todo. Y esto, es el comienzo.
La estrategia de dividir a los cruceños no funcionó. Nos debilitó. Nos confundió. Porque en política 2 + 2 no es cuatro. Puede ser 5 o 20 como fue en el movimiento pititas.
Eju.